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El pueblo de Sutherland Springs, en las afueras de la ciudad texana de San Antonio, perdió este domingo al 4,2% de su población. La razón: una persona, cuya identidad no había sido desvelada, asesinó a al menos a 27 de sus 643 habitantes e hirió a otros 30 cuando entró disparando a bocajarro a los feligreses congregados en un oficio religioso en la iglesia baptista de la comunidad. El asesino escapó, y fue perseguido por la policía, que le dio muerte. Entre los muertos hay varios niños, y al menos uno de los heridos tiene dos años de edad.

En principio, la matanza no parece tener vinculación terrorista, sino que parece una nueva manifestación de esa tradición genuinamente estadounidense que es el asesinato de gente con un arma semiautomática cuya tenencia en perfectamente legal.

Esa suposición se fundamenta sobre todo en el exquisito cuidado y prudencia con el que la clase política de EEUU había recibido la noticia. El mejor ejemplo, el del presidente, Donald Trump, de visita oficial en Japón. «Que Dios guarde a la gente de Sutherland Springs, en Texas. El FBI y las fuerzas del orden están en el lugar del crimen. Sigo la situación desde Japón», tuiteó Trump.

El martes, cuando el terrorista de origen uzbeko asesinó a personas en Nueva York, Trump, en vez de invocar el consuelo del Altísimo, optó por realidades más terrenas: «En Nueva York, parece que ha habido otro ataque de una persona muy enferma y loca. Las fuerzas del orden controlan la situación. ¡NO EN EEUU!»

Los únicos detalles de la carnicería que los medios de EEUU estaban divulgando es que el asesino aparentemente entró en la iglesia baptista de Sutherland Springs a las 11 y media de la mañana, en mitad del oficio religioso de la iglesia baptista, una comunidad carismática cuyas congregaciones tienen una enorme autonomía entre sí, aunque suelen situarse dentro del espectro más conservador de la sociedad estadounidense.

El arma empleada podría haber sido un AR-15, que es la versión civil del arma reglamentaria de las Fuerzas Armadas estadounidenses y, también, la favorita de los asesinos en serie. Otras fuentes, sin embargo, declaraban que una pistola, convenientemente adaptada, habría bastado para enviar a los feligreses, directamente, del templo a la presencia de Dios. En este sentido, el gobernador de Texas, el republicano Gregg Abbott, ofreció la referencia a Dios de rigor en este tipo de tragedias, al declarar que «nuestras oraciones están con los que han recibido daños por este acto del mal».

En el terreno de la materia, sin embargo, hay cifras más frías que en las declaraciones de los políticos. En los 309 días que llevamos de 2017, se han producido 377 tiroteos masivos en EEUU, que son aquellos en los que hay, como mínimo, 4 heridos, aunque esas cifras son siempre extraoficiales desde que el Congreso, controlado por el Partido Republicano, prohibió en 1995 destinar dinero público al estudio de la violencia por armas de fuego en ese país. Según la organización Archivo de Violencia por Armas de Fuego, solo el fin de semana ha habido tres tiroteos masivos (sin contar el de Sutherland Springs) en los que murió una persona y doce resultaron heridas. Alcaldes por Seguridad con las Armas, un grupo fundador por el ex regidor de Nueva York y empresario Michael Bloomberg, ha determinado que en 2015 – el último año del que ofrece cifras – hubo 12.979 asesinatos y 22.018 suicidios con armas de fuego.

El 1 de octubre, 59 personas murieron y otras 546 resultaron heridas en un tiroteo similar, perpetrado desde un hotel en Las Vegas contra los asistentes a un concierto de country, precisamente el género musical más popular en las zonas rurales y conservadoras en las que la tenencia de armas tiende a ser más alta. En aquella ocasión, la Asociación Nacional del Rifle y el Partido Republicano se comprometieron a promover legislación para imposibilitar la transformación de armas semiautomáticas en automáticas. Era relaciones públicas. Han pasado 5 semanas y ninguna propuesta de ley o de regulación ha sido anunciada.

Sutherland Springs es una pequeña localidad a unos 35 kilómetros de San Antonio. Es un pueblo blanco, protestante, y anglosajón, con una creciente minoría mexicana. Si se confirmara que el asesino era estadounidense, sería un cierto sarcasmo. La región es muy conservadora, y vive en un estado de histeria acerca de la infiltración – nunca llevada a cabo – de presuntos terroristas islámicos a través de la frontera con México. Al sur de Sutherland Springs se encuentra la formación Eagle Ford, una enorme veta de petróleo que ha provocado un enorme boom económico en la región en la última década, una vez que su explotación ha sido factible por medio del método de la fracturación hidráulica o fracking.

FUENTE: El Mundo

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